Timbres sagrados

Y habita en mi, como escondrijo salado, un puerco habitáculo con mil caras sin puerta, que nadie toca por no esperar respuesta, y no saben nada de mi, y a pesar de ello se creen dueños de lo que no es suyo y de lo que es mitad de una noche y una abadía sin ruedas, vírgen del llanto, llora, un puñado de mentiras, enmascaradas a la aurora, pudredumbre del desconsuelo.

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