La flor de la escarcha

No sabíamos predicar sin manchar la boca de sagradas rutinas infectadas por versos mortíferos en puñados de copas vacías con olor a vino fluctuando por poros del cristal al viento. Habíamos olvidado cada secreto que al oído en murmullos de infancia con un sol renaciente chubasco de lluvias próximas nos había mecido prematuros del sueño. Y sin oficio ninguno regalando beneficios a los ladrones de versos, descaradas aguas perpetraron el habitad donde la flor de la escarcha creció en silencio.

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