Acudi con las manos engrilletadas por flaco favor de los perros que nada piden en favor de nadie. no habia manera de darles gusto. ni me silencio claviculado les servía, ni mis espinas en la lengua,, ni el mar en un vaso de agua, eran tantos que en sus heridas estaban todas las mias, a trompicones corria mi sangre y nadie se daba cuenta de que era demasiado tarde para salir despavorido, y quemar vivos a los perros que habian ensuciado su alma a mi costa
No hay comentarios:
Publicar un comentario