Tímida soledad que en la cumbre de la despedida te das la vuelta y miras, y una mirada ensancha el dolor que supiste controlar y usar como chispa avivante de tu seguir.
Y miras con pena las ausencias, en vez de que las ausencias te contasen.
Y con la locura de tu herida, tu seguir se para, pues la coherencia te dejó, ser ingenuo que cuando llego la felicidad, creiste que serías capaz de calmar la desesperación de la loma, y con todos tus sueños y una flor de la cumbre, regresaste cargado de amor y esperanza, y curaste esas heridas, ya eras capaz de pronunciar lo que antes solo era un grito balbuceante, ya viste el abrazo tendido que no habías recibido, mas lo notaste frío y sombrío, y tu cuerpo y toda su esperanza se volvió fría , y entonces envenenastes las fuentes que te habían quitado la sed, y quisiste mirar la cumbre, pero la niebla que habías dejado al descender te devoraba los ojos, y la soledad no era ya el abrigo que fue, pero era el sentido, que no se perdió.
Y en el desierto pasaste siete tiempos, desprecio, esperanza, odio, ausencia, odio, silencio y fuerza.
Y empezaste a caminar hacia la cumbre, pero en tu corazón, sabías que era otra más alta y lejana.

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