No es mi oficio contar decepciones. Y sin embargo han hecho ya un resultado imposible.
Tengo miedo de que muera otro pájaro. Miedo de que no suene la montaña amanecida.
Lo peor de la tristeza es que vuelve establo abandonado a las ganas de correr.
Consumo un cigarrillo. Quedan pocos. A la angustia no le basta con la nicotina. Mañana no lloverá. Mañana estaré también sola. Pintaré mi entusiasmo en una sábana vieja. Un día será decoro. Taparé con ella la puta grieta de la pared, por la que algunas noches creo que se asoma mi otra alma, que debe vivir también en un lugar ruin. Creo que está peor que yo y no la oigo quejarse.
Mañana no lloverá. Iré en busca de poesía al desván. Me oleré las manos, ese olor a polvo viejo, de cartas amarillas y telas de arañas que ya murieron, me lleva de viaje. Imaginar a la vida cuándo ya no existe… imaginarme bajo la lluvia en busca de los colores que ven las ardillas… pero mañana no lloverá.

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