Hay una celda que acaba en el último barco que parte, después de haber muerto es posible reciclar lo marchito, no hay muros que resistan eternamente, no es mi fe agonizando la que quiere creerte en mis ojos, son mis ojos que ven tus lágrimas los que creen en la invisibilidad de las fortalezas y en el revés de la contradicción crece el silencio que oprime con sus disparos de flores a la materialidad de un mundo que llora por volver a ser nómada.

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