La casa del tejado rojo y la parra ya no tiene domingos de cocido ni noches de verano,  se cae la pared y crece hierva entre el cemento del patio, ya no está la que sonreía a los niños y daba de comer a los gatos, ni sale humo por la chimenea, ni crece nada en el huerto, ya no salen mis abuelos a abrazar, ya no está mi infancia jugando con los corderos, el tiempo retenido en esas ruinas y el otoño de hace una década llorando en éste otoño, en la tristeza añeja, de lo que no se podrá olvidar.