Todo el tiempo para estar sola e inventar mundos en los que la soledad es una luciérnaga que ama a la noche y se precipita sobre los cuerpos desahuciados de las calles para invadirles de su luz, todas las paredes para ser borradas por el aire que axfisia estos cuartos y me convierte en un pasaje olvidado de mi propia vida, pero no quiero voces aquí, ni manos, ni promesas, quiero que esa vela quede encendida hasta el amanecer y que el órgano de los fantasmas toque despacio su réquiem porque amo esta horfandad y la libertad de ser nadie.

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