Un verso malparido, nacido del odio y de la desesperación, fluye conmigo en los rincones que no renueva el aire, muero junto a él en silencio, de sed y tristeza. No hay nadie más. No hay otros ojos que cómplices miren esta agonía. Todos eludieron al terror y habitan ya al otro lado del lago. Aquí, con sangre veo consternarse el destino sobre el andén. La única certeza es el dolor y la muerte. Y saberme inevitablemente dentro.
1 comentario:
Pasé por aquí, y me recibieron palabras como hadas... algunas tristes, otras sangrantes... pero todas refulgentes y dolorosamente bellas...
Saludos desde Bolivia...
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