Hay una espina que mata si se la saca de la herida, tiene su casa en el vientre cerca del ombligo.
Algunas noches me abraza con más fuerza y siento su soledad penetrando el miedo. La sangre que fluye la alimenta, cuando lloro ella se pone a bailar y cubre con su torso el vacío de las lágrimas y se adentra más en las sombras que tratan de olvidarla.

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