No está el faro ni la tirita, ni la bienvenida ni aquella llamada.
No hay un te espero y la silla de la barra del bar donde sonaba peor para el sol está ocupada, no sonará el timbre, nadie preguntará.
Pero siguen las mismas montañas, el nido colgado en el tejado y los chopos envolviendo al río.
Y el cuaderno de las lágrimas azules espera en el mismo cajón.

1 comentario:

Jose Miguel Adaros dijo...

ay que terrible desolación... que dolora expresión de derrota... sublime y bella, pero dolorosa... Un abrazo a la distancia.