Cuarto creciente y un puñal.
A la calle que no espera la gloria y los aristócratas han puesto nombre a otra plaza.
A la calle que la noche no desprecia a un lunático.
Y esas aceras no conocen el peso del que nada tiene.
Y ese vecino que agazapado escucha aún no ha oído el grito de bilis del que ha muerto. Muerto en esta misma tierra y bajo el tapizado que otros colocaron para enterrar al viento.

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