El suicidio es una decisión que se toma cuando se tienen ganas de correr, ganas de gritarle a la multitud. Es una llamarada del amor a la vida, sucede, cuando quema la primavera en el vientre. Es un no estarse quieto en la prisión,
es estúpido como las farolas de la ciudad, salvaje como el lobo entre ovejas, poético como la absenta de Baudelaire, peligroso como un explosivo en las manos de un fanático.
El suicidio es uno de los ojos de la libertad. Es un niño encerrado. Una flor en una carbonera. Un tratado filosófico vomitado sobre la moral. Es la cascada del verbo querer. Es la más triste de las tristezas.

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