Peor, la infame prudencia con la que te acercas y musitas, que el agravio de la tormenta avivando el fuego y arrasando bosques.
Tú no dejas a la llama encender las probabilidades,
en la puerta de la espera guardas de tu lengua el acto
y uno a uno, van cayendo los pilares del tormento sobre el telón de hierro
que le pones a lo humano.

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