Viento de noche inculcando pesadillas que abren su voz en la abadía de los inviernos para dar golpes de sordo en la contaminada tierra. Mi letra empuña un roto que no cabe en la lengua. Mis manos vacias de pureza sueltan en el pozo de los callados lo que hubiera servido para juntar más de un lágrima. Visten muñecas barnizadas de diamantes la pérdida de la riqueza en el mundo de la cloaca. Corre y nunca llega la salvación en miles de ojos que lloran, miles de caras que gritan, miles de almas que enfrentan a su dios con la basura, y la basura huele y aprieta, y se sirve en las oficinas y en  las fábricas y en los penales y en las farmacias, y muchos acostumbrados a ella ya no distinguen un álamo de un mueble-cocina. Y yo me voy con la amnesia de futuro a romperme las piernas.

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