Ayer surgió un sentir siniestro que apretaba mi garganta, vi mi vida ahogándose, de pronto todo cayó en un vacío, ya no dolía el dolor ni importaban sus razones. No sé en que clase de lugar estoy cuando sucede eso. Cada vez es más frecuente la llegada de la ausencia. Una especie de banco de mármol me sujeta. Tal vez es una artimaña de la mente para no suicidarse, una inrreflexión de la memoria, un ataúd de la emoción. Pero tal vez es la lengua que se asoma de un tipo de conciencia muerta y paralela a la que hasta ahora conocía.

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