Como un torbellino con nubes de plomo recuerdo aquella psicosis en la que crecieron brazos de madera hundiéndome en un centro que cuando llegué me tragó, no puedo hablar aunque quiera de lo que no se clavó en mis retinas mostrando otro mundo, tal vez mucho más arenoso, tal vez peor, pero real como las lágrimas, puedo fingir que todo va bien, que al igual que tú tengo esperanzas y puedo disfrutar de una conversación sobre qué se yo, los árboles de hoja caduca, pero mi suelo tiembla en una simple parada de autobus, como si aún esperara esos tambores que nadie juró escuchar, la tragedia no son esos muros que nos separan inevitablemente, lo trágico es  la hermosa trepadora que nadie ve y nombrar un caballo, nombrar la música y sentir como se quiebran los significados, sentir que en el proceso que las palabras entran por otros oídos se pierde el fuego que las dio vida y vienen de vueltas con la vana cáscara del supuesto buen-estar del oyente, y de la ácida mano que golpea el hombro con el vanidoso deseo de yo te comprendo y la caída en ese frío espejo hacia el fluir de la tierra como si los escarabajos y sus lenguas pudieran arreglar las piernas que se rompieron al tratar de andar a tu lado y tus ojos ocupando mis ojos para que al menos lleves la acertada visión del no me volveré loco, mientras yo, sombra de mis sombras no busco ya ni el tono ¿para qué si el desintegrarse en nada sólo duele un poco al principio? y tampoco guardo mucho cariño a los ladrillos de la parte de arriba.

1 comentario:

Jorge Bermejo dijo...

Quizá en el fondo, muy en el fondo, haya una especie de amor siniestro escondido en el texto... Puede que Ella conduzca al renacer, por eso es muerte y vida a la vez... Supongo que cada cual verá una cosa, la locura puede tomar tantas formas...