Espejo mudo de ti que cuando se pone en tu cara escucho todo lo que tuvo que callarse en la memoria de la nieve y tus ojos que vieron la muerte como dos piedras negras buscando el infierno me miran con toneladas de acero en la pequeña distancia, imagino que ya no estás, que es por eso que me inyecta tu presencia la misma extrañeza que esos lagartos que estaban en el techo en la alucinación, entonces comprendo que tal vez te acechen flores asesinas y que todo lo que diga no llegará, tengo miedo de ti pero también tengo miedo de las paredes cuando no estás, tú que has puesto agua en mi desierto y también te has tirado a los pozos, no sé qué decir si hay que decir algo, sólo que cuando vas a ese sitio trato de ir contigo en el ácido y trato seriamente de no desear que mueras.