Ingrata luz del atropello, del túnel de los finales, lejía clara como el cristal, como la mentira que nos permitió seguir vivos, viento y ardillas en la noche que dejamos de ser niños, como un tiro nos cayó descubrir que eran pocos los días que quedaban para reír y el barro y el hachís y la parada cardiaca del abuelo y la transferencia en la que salimos perdiendo y lo que nos apartó, lo que nos condujo, lo que nos oscureció, lo que no vimos cuando caímos como peces ahogados en nuestro propio estómago, lo que nos cegó,  lo que nos queda.

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