Hundirse en el yo que da la espalda a la forma que afuera muestra el rostro y ser en lo invisible cuando todo es destrozado, si el grito del dolor perfora el cuerpo ir allá donde la sombra no lo acompañe, en el caer de lo que somos al abismo con la madre que es la muerte dándonos su suerte en el deterioro de lo comprensible, en la fuerza del extremo que nos quita el nombre a sumarse en el humo que formó el pensamiento, conjugarse con el vómito que el ser expulsa cuando es su enemigo y maquillar la piedra que en el vientre es energía con la sangre que se ha cobrado lo perdido por seguir la verdad, esa verdad de paisajes rotos, de cafeteras con sudor y lágrimas, de estados de conciencia venenosos, esa verdad que vuelve bestia a la dulzura y apremia con sus hierros el seguirla hasta donde todo desaparezca.