Las cuevas que tenía aquí, ahora son minas abiertas, con lo que era mío en manos de un yo que ya no quiere, un yo que de lejos abomina y una sombra que recuerda en esta noche lo que ya no tiene casa porque es de nadie y el silencio y el vacío son espejos que devuelven el rostro de lo ajeno en mi cuerpo dibujado que en la urbe ya no duerme.

2 comentarios:

Darío dijo...

Se incrementa la nada? Es eso posible? Perdón, son reflejos de Murakamis de domingo.

Sarco Lange dijo...

Detrás de la colina aquella hay un indio que mira nuestra urbe.

Luego el cielo será de un rojo furioso.



Abrz.