Gris y solitaria se escribe la noche en la que por descuido andé a la vera de la sombra de la luna, el porvenir se esconde, las camas están vacias, no hay descanso ni duelo, el dolor es el plato de gusto de la tarde y se pasa por el fuego a medianoche, veo y no siento, siento y no comulgo, todo es ligero y ajeno, nada tiene importancia, la esperanza es azul, y todos los días tienen un aroma parecido, la profundidad se cansa en la llanura, y no hay impulso en la caída, suero en las venas, y ese virus besando las piedras, esos ladridos melódicos, nostalgia de vientos, un susurrar eterno por las garras de la existencia, la condición humana como una muralla al cielo... esta somnolencia del verano, hartura de cicatrices y consuelos, y al final otro comienzo. Tiritando de miedo, por no matar al gusano que parió luces en invierno, ni morir en medio del desierto.

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