Vi llorar mi sombra cuando el dolor dejó de hacer daño, fría como la nieve caminaba en busca de lo sagrado, vi caer los cielos en mis manos, vi podrido al dios de los consuelos, y herida y con la nada, partí hacia el final, donde todo era más suave, menos cansado. Y la fatídica despedida anunciaba la calma.

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