Encenderle a la lejía unos ojos para que disfrute de las partículas ahogandose en su vientre y volver con la escoba del viento al suelo de un hospital a esparcir el aliento de los enfermos hasta las vías en las que termina la fe y crecen sabandijas en los cuadros del café, café que nunca supo saciar al lunático. Y por las venas de las calles a trompicones pasan lavanderas perdidas y un extranjero que nunca quiso saber del idioma oficial escribe en las lunas del escaparate algo incomprensible y pasajero. Y yo, que hace demasiado que no muero por morir, enveneno mis tumbas con tachados que irrumpen mi huerto. Riego cucarachas y adorno una ventana con hiervas secas y un pájaro muerto.

3 comentarios:

Ivor Algor dijo...

Quizá se espera ver una guirnalda muerte en depósito de una tumba que no existe pero que si es hedionda...

Vaya imágenes las tuyas...

Saludos.

Ivor.

Daniel dijo...

Extraña imagen de una lejía con ojos, viendo como se consume en su vientre toda la mugre que en definitiva encerramos en esta inmensa morgue de vivos muertos que es el mundo.

Hasta tu próximo naufragio.

Oswaldo Bolo Varela dijo...

Tómate del pasamanos porque antes de llegar, se aferraron mil ancianos, pero se fueron igual...