Nadie dijo que conocer los basureros del ser trairía paz. Se esfuma en la niebla lo controlable y no cabe pararse, no es prudente deshacerse del odio, que mejor que nadie conoce lo que se ama y defiende la carne que es nuestra en la hoguera de lo íntimo violándose, como si fuera a nacer la escoria que nos hace más humanos, de esos humanos que controlan sus instintos y que nunca pensaron en su cuerpo podrido, revolviéndose el ser con su sudor, en los dientes del viento que traga y espera la bestia a que cierren las puertas los conocidos, deja que hablen y contagien con su estar para afuera el lodo que niegan para no enloquecer, deja paciente que coman reunidos en la mesa, fuera tendrán aire, mientras los pulmones no dependan del  pensamiento ( el que haya estado con la bestia, lo ha de saber)